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lovecity

Cómo comenzamos

Cuando Po Cheong Lo Wang y su esposa Zse Ming Tai llegaron a Bolivia, ya había pasado un par de años de la muerte de Mao Tse-Tung, el líder de la revolución china, y empezaba a implantarse en aquel país asiático una reforma de apertura a la economía internacional. Mientras tanto, en el territorio nacional estaba por concluir la dictadura de Hugo Banzer Suárez, dando inicio a una etapa de inestabilidad política, con ocho presidentes en un periodo de cuatro años, que se tradujo en golpes de Estado y una democracia intermitente. Fue en ese ambiente que la familia de Po Cheonng Lo Wang decidió su futuro al incursionar en el negocio culinario y del entretenimiento con la compra de la discoteca Alcázar, que luego transformó en el restaurante-discoteca Love City.

Hoy, màs de 50 años después, el lugar ya forma parte de la tradición paceña y aunque no es su eslógan oficial, su personal dice que uno de sus principios reza: “lo que pasa en Love City se queda en Love City”.

Alcázar

La inversión, como todas, significó riesgos, pero había que hacerlo. La familia no podía meditarlo demasiado pues se hallaba en un país tan lejano al suyo y con costumbres tan distintas. De esta manera, la celebración de San Juan de 1978 (23 de junio) fue propicia para que los Lo aprovecharan la fecha e inauguraran el negocio. Al poco tiempo, el Alcázar logró notoriedad entre otras discotecas como Hipopótamo de Obrajes, Candilejas de San Pedro y Casablanca de Sopocachi, por el estilo que le imprimieron. A un mes del derrocamiento de Banzer, los augurios eran los mejores pues con la apertura democrática cesaba la persecución hacia los jóvenes y se soslayaban medidas privativas como el toque de queda. En ese contexto, la moda de finales de los años 70 e inicios de los 80 obligaba a jóvenes de varias zonas a reunirse en la discoteca del barrio de Miraflores, principalmente para las matinés de los sábados y domingos, que empezaban a las 15.00 y solían concluir a las 20.00. Congregados en agrupaciones como los Masters, Tomorrow People, Triple K, Los Quintanas, Movak, Los Locos, Q’par y Los Linares llenaban la discoteca para armar competencias de baile muy al estilo de la película Fiebre de sábado por la noche (Saturday Night Fever), un filme que marcó los hábitos de entretenimiento de aquellos tiempos.

La historia de Tony Manero (John Travolta), que trabajaba en una tienda de pinturas y los sábados se vestía para la ocasión, con el fin de convertirse en el rey de la pista en una discoteca de Nueva York, había deslumbrado a toda una generación. Es por ello que los varones imitaban a Tony; en esa tarea vestían pantalones “pata de elefante”, zapatos con plataforma alta y camisas ajustadas con cuello largo y almidonado que sobresalía de la solapa. Por su parte, las mujeres lucían vestidos también acampanados con colores fuertes y zapatos calados de taco alto.

Algunas losas del piso del Alcázar tenían bloques traslúcidos desde donde salían luces de colores, al igual que la pista de baile donde Tony demostraba sus pasos. Y en esa plataforma, canciones como More Than Woman, Stayin Alive y You Should be Dancing, de Bee Gees, servían para que la gente emulara los pasos del gran bailarín que era Travolta. Con el tiempo, esas canciones fueron reemplazadas por Billie Jean y Beat It, de Michael Jackson, y Like a Virgin o Material Girl, de Madonna, y la vestimenta de los asiduos del Alcázar también se modificó por ropa de cuero negro y, en algunos casos, las medias blancas al estilo del Rey del Pop Michael Jackson. Eran los tiempos de las matinés en las que se pagaba cinco pesos bolivianos de entrada, que daba derecho a un jugo o una gaseosa. Desde aquellos años ya eran famosas las cavernitas, el espacio donde se encuentran las mesas y sillas de la discoteca, cuyos pilares parecen ser troncos petrificados con pequeñas estalactitas en el techo, como si fuese una caverna de hielo seco con luces tenues y un ambiente propicio para la intimidad.

Al estilo de Po Cheong Lo(ve).

A finales de los años 80 e inicios de los 90, Po Cheong Lo Wang notó que su nombre era difícil de pronunciar y mucho más de recordar por los clientes, así es que decidió denominarse desde entonces simplemente José Lo.

También había llegado el momento de cambiar el nombre de Alcázar por otro que representara la infraestructura del local, que se caracteriza por la chifa, los cuadros con paisajes de su natal Sozhou, los adornos para foco con dragones, el ingreso al estilo de una pagoda, los mensajes en el idioma asiático y los colores dorado y rojo, que simbolizan el dinero y el amor. En China es una tradición bautizar los restaurantes con el apellido de la familia, porque cada una tenía un secreto culinario que pasa de generación en generación. “Por ello que se podía encontrar la Casa Chang o la Casa Wang, manteniendo el árbol familiar”.

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Con esa lógica, el negocio debería haberse llamado restaurante Lo. “El dueño se dio cuenta de que el nombre no era muy comercial, así es que modificó la denominación por Love City, con las letras de su apellido (Lo). Lo hizo también porque veía que llegaban varias parejas para pasar un buen momento”.

 

En uno de los viajes a su tierra, José Lo descubrió que el karaoke (sistema mediante el que se puede cantar una canción sobre una pista) estaba de moda en Asia, así que cerró la churrasquería del Love City para modificar su estructura a un salón con varias mesas y una decena de monitores, que ayudan a leer la letra de alguna canción solicitada por el cliente. Un atractivo más de este ambiente es que el techo está pintado como si fuese un planetario, con cientos de planetas y constelaciones, con una cúpula al medio que parece un ovni. “Queremos que el cantante se sienta como una estrella”. 

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Hace unos 10 años, Love City cambió de propietarios al grupo empresarial de la familia Claure que actualmente administra el lugar manteniendo sus características y el peculiar sabor que caracteriza a Love City.

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